Si se revisa dentro de los cánones históricos occidentales, la obra de Diego Arango tiene una clara influencia en los movimientos de vanguardia del siglo XX como el surrealismo, la abstracción, el cubismo y el primitivismo. De este último, Arango destaca su sencillez, su trascendencia en el tiempo y su respeto por la forma. Es importante resaltar que estas vanguardias europeas se extendieron por América Latina, lo que no solo generó una transformación y apropiación de estos movimientos con una visión nacionalista, sino también una renovación y posicionamiento del arte latinoamericano a nivel global.
Arango nació en Medellín y se formó como arquitecto en la Universidad Nacional. Hace más de 40 años se instaló en Palma de Mallorca, un territorio que ha teñido su obra, no sólo del colorido Mediterráneo, sino también de la vida sencilla, el mar, el sol y el espíritu libre y multicultural que allí se respira. A esto se suma su interés por los imaginarios míticos y arquetípicos que resultan de sus experiencias y su interés por lo primitivo.
En sus pinturas, Arango aborda de manera decidida y comprometida su interés por las formas planas, el color, el espacio, pero también por lo rudimentario, el juego y el caos. Lejos de una lectura subjetiva, su obra apunta hacia la universalidad del lenguaje que resulta de las formas refinadas de representación de las cosas. Tema que potencia la capacidad expresiva, onírica y el poder del arte para invertir el orden de la realidad, sin que sus pinturas pretendan ser más que la representación de lo que son: alegres y antidogmáticas.