Todo empezó por la curiosidad… La historia universal nos ha enseñado que no es fácil suplir las exigencias de una curiosidad vivaz: demasiados enigmas, muchas búsquedas y algunas respuestas que prometen seguir buscando. Entonces ¿Cómo encontrar respuestas totalizantes?, ¿Cómo adquirir un conocimiento basto y abarcante que pueda contestar las preguntas del ayer, del hoy y del mañana?... Precisamente la curiosidad hizo que un grupo de intelectuales, entre los que se destacan Denis Diderot y Jean Le Rond D'Alember, propusieron, durante el siglo XVIII en Europa, realizar un proyecto enciclopédico, con el fin de alejar al hombre de las sombras de la ignorancia mediante la luz del conocimiento. De ahí la denominación de esta época como el Siglo de las luces.
Podría decirse que la Enciclopedia tuvo variaciones, extensiones o incluso cercanía con otros proyectos, gracias a la ya mencionada curiosidad; un ejemplo proviene del padre de la geografía moderna y además astrónomo, biólogo, naturalista y explorador Alexander von Humboldt, quien anheló contener en un solo archivo el saber de la humanidad:
(...) tengo la espléndida idea de presentar todo el mundo material, todo lo que sabemos hoy de las apariencias del espacio y de la vida en tierra, desde las estrellas nebulosas hasta la geografía de los musgos en las rocas de granito, en una sola obra que estimule el lenguaje y agrade al corazón. (Humboldt, 1860)Su anhelo se transformó en tratado después de su muerte, comprometiendo a expertos de diversas áreas del conocimiento, incluido su hermano Wilhelm von Humboldt a estudiar, registrar y recopilar el universo, la tierra y su geografía física; el clima, la flora, la fauna; la humanidad, su evolución y enfermedades; sus invenciones, armamentos y maquinarias, en una serie de documentos que paulatinamente quedaron desvalidos ante su inconmensurable hacer, convirtiéndose en un archivo inacabado que pocos recuerdan o más bien que muchos desconocemos.
Después de más de un siglo, todo vuelve a empezar por la curiosidad... La curiosidad hace que un dibujante se convierta también en investigador y explorador de este mismo proyecto, por el cual viaja entre millones de documentos para hallar, interpretar e imaginar desde su presente, no solo el pasado del hombre y de su saber, sino más bien sus remotos pasados, unidos a las experiencias más significativas del descubrir. De esta manera, él se da cuenta de que llegó tarde para el tratado de Humboldt, pero que llegó a tiempo para reactivar su memoria o lo que quedó de ésta por medio del dibujo.
Aunque no se apropió del saber, ni de los datos reveladores contenidos en los documentos, a cada uno estos, los valoró de la única manera posible: aplicándolos como guías de sus líneas, como pistas de una construcción que secretamente ha asumido la tarea de continuar, o más bien de empezar... Así, después de un largo proceso de observación e interpretación fueron quedando en el papel especies que antes no tenían cuerpo, objetos que no tenían estructura, afecciones que se encontraban sin detalles, en definitiva, un saber que no poseía imagen y que ahora logra tener una posible.
Por tal motivo, en la exposición El Tratado de Humboldt, los fragmentos de estudios y teorías no buscan completarse, sino mostrar que son parte de otro archivo, un archivo inmemorial y móvil que al igual que el primero ha quedado inacabado, ya que por ahora está compuesto de veinticuatro dibujos, precisos pero especulativos, de carácter científico pero insólitos, antiguos pero vigentes, reales pero a la vez tan ficcionales, que convierten la rotundidad científica en un relato, capaz de movilizar creencias, las cuales señalan que todo lo dibujado no es así, sino que se cree que es así, adquiriendo una existencia propia que no se puede desmentir o refutar, está ahí, “es algo que vive para mostrarnos su capacidad de verdad, [...]su particular manera de [...] tocar lo real” (Didi-Hu-berman, 2007).
De este modo, el anhelo enciclopédico de Humboldt, es ahora el anhelo representacional de Juan Osorno, un artista que continuará dibujando no para asir el conocimiento de la humanidad, sino para develar el saber sensible que puede otorgar el dibujo, hecho que enuncia una nueva concepción de Enciclopedia, al cuestionar su pertinencia en esta época de digitalización, automatismos e inmediatez: ¿Quién necesita una enciclopedia, o más precisamente el desarrollo visual de un tratado antiguo, cuando la curiosidad se ha disuelto en la tecnología y la desenfrenada producción y consumo del conocimiento y de las imágenes?
Quizás, la necesidad empieza por este mismo artista y por otros, los “nuevos enciclopedistas” o post-enciclopedistas, como se podría llamar a todos aquellos que a través de diversos medios artísticos reflexionan sobre el presente de la humanidad sin olvidar las maneras de entender, explicar, organizar, exponer y conservar el pasado, para enfrentar así, el torrente de información actual que por saturación puede llegar a anularse, -es la nueva oscuridad-, en donde todo al parecer se convirtió en un dato, el cual en este caso, es difuminado por cada una de las piezas de El Tratado de Humboldt, reavivando la curiosidad innata por el saber sensible y por la imagen. –El dibujo alumbra, al igual que en el siglo XVIII, la oscuridad de esta época-.
Lindy María Márquez H
Bibliografía
Didi-Huberman, G. (2007). Un conocimiento por el montaje. Minerva N°5. (P. G. Romero, Entrevistador) Madrid: Círculo de Bellas Artes.Humboldt, A. v. (1860). Briefe von Alexander von Humboldt und Varnhagen von Ense aus den Jahren 1827 bis 1858. Leipzig: Brockhaus.