A lo largo de su trayectoria, el artista antioqueño Jorge Marín ha empleado la historia del arte y la historia de las imágenes como recurso privilegiado para mostrar las luces y sombras que subyacen a los archivos, las narraciones y los símbolos identitarios y políticos del siglo XX.

Precursor de las tormentas, título derivado de un verso “desviado” del novelista y dramaturgo ruso Máximo Gorki, acude a los símbolos entusiastas de una renovación estética que casi nunca fue aceptada por la revolución en el poder. Los ideales estéticos de las vanguardias, puestos en cuestión por regímenes a los que los artistas quisieron servir en sus inicios, son puestos en cuestión por Jorge Marín a través de operaciones simples pero potentes como la paradoja, la extrapolación y la contradicción in extremis. Lo monumental y lo funerario, la identidad y la representación del líder carismático obtienen un nuevo lugar en el arte, bajo la sombra reveladora que les confiere su inclusión gratuita en la serie de símbolos tolerada por el control y la censura. La geometría, la lingua franca de las gramáticas vanguardistas de la creación, aparece esta vez cargada de ironía. El ajedrez se convierte en una elíptica de lucha. La traducción aparece como un opaco espacio de ocultamiento. La arquitectura es una forma de la ilusión. La escultura es un arte, pero a la vez un sofisticado procedimiento social. El incendio es una forma de la purificación. Con todo ello, Marín impugna los intentos de control estético históricamente asociados al poder omnímodo del Estado y confisca representaciones, formas y recursos que se creían impolutos. Actuando con herramientas propias de la ficción y el juego libre con las representaciones, poder estatal y poder artístico se traslapan de modos inesperados. Precursor de las tormentas indaga y resignifica las estrategias de creación imperantes en los imaginarios nacionalistas del siglo XX para usar como opciones creativas los relatos de su auge, posterior declive y disolución.

Fruto de un trabajo de observación de las ruinas monumentales y documentales del entusiasmo revolucionario en Europa del Este, por donde el artista viajó durante el año 2019, las obras de Precursor de las tormentas parten de la idea de nación suprimida o fragmentada. La observación y el análisis de las estéticas residuales de la utopía comunista permiten encontrar en la anulación histórica y el silenciamiento de artistas y filósofos una suerte de reivindicación. Se trata del indefinible y entrañable “Triunfo del artista”, como llama Tzvetan Todorov en uno de sus últimos libros a la supervivencia de la obra de artistas y escritores que tuvieron relaciones conflictivas con la revolución.

Esta intervención hace preguntas por la suerte del artista, el prudente silencio de su voz o el estrepitoso sonido de sus acciones. De ahí que la exhibición haya tomado como punto de partida la Unión Soviética, planteando la lucha entre formas artísticas figurativas y abstractas como correlato de la lucha entre sistemas políticos y económicos. El efímero tránsito por la historia solo parece tolerar un agónico experimento social que resulta reprimido, y donde cada movimiento es calculado con el único fin de prolongar su plausible hundimiento en las sombras. De ahí que esta muestra tenga personajes: Ana Ajmátova, Isaak Babel, Kasimir Malevich, Garry Kasparov y Nikita Kruchev se dan cita en una inesperada confluencia de utopías, derrotas y pugnas interminables.

En este otoño de la conciencia artística, afín a las visiones de un Babel, un Malevich o un Maldestam, son los artistas los verdaderos triunfantes, al soportar la angustia que genera el distanciarse del reaccionarismo estético de la revolución política, la obligación de distanciarse de las ambiciones propagandísticas del sistema opresor o avivar el fuego de una transformación social que, aunque se cree necesaria, va a derivar en la supresión de las libertades creativas.

El sacrificio y el logro que pretende avizorar este proyecto muestra la conquista que posturas estéticas y artísticas avanzadas tuvieron por encima, y a pesar de, la servidumbre del Estado. Así como el relato y la creación se convierten en la única victoria posible del vencido, el arte, la literatura, la creatividad y la acción política aparecen como las únicas maneras de durar ante la represión y el nihilismo.

por Jorge Marín.
Curaduría por Efrén Giraldo.