Enfrentarse a lo monstruoso es un acto valiente que abre preguntas sobre nuestra propia existencia. En búsqueda de estas respuestas, exploramos distintos escenarios desconocidos de nuestro ser. Las metáforas y las alegorías que constituyen la poética de lo monstruoso en la obra de Andrés Orjuela nos enfrentan a nuestro inconsciente, a nuestros deseos, a nuestros miedos más profundos y a todas aquellas pasiones ocultas bajo la máscara que usamos en nuestra cotidianidad.
A partir de la intervención de imágenes provenientes de la cultura popular, Orjuela nos devela el aspecto más ominoso. ¿En qué criaturas nos hemos convertido debajo de los filtros de las redes sociales y los N95? Con esta interrogación pone bajo sospecha la política del cuerpo, al obligarnos como espectadores a enfrentarnos a aquello que nos genera temor, pero al mismo tiempo una fascinación culposa, pues convierte la imagen en un espejo que refleja la monstruosidad que nos habita. El rostro detrás de la máscara podría ser el nuestro.
Orjuela instala un reflector sobre los cuerpos espectacularizados, acto que ilumina la condición política que se oculta bajo los modos en los que nos relacionamos. Nos aproxima a personajes que juegan con las dinámicas de la representación y nos recuerdan nuestro aspecto más carnal, pues mirar al monstruo a los ojos expone la aterradora vulnerabilidad de la condición humana y evidencia lo que ocurre cuando le otorgamos al otro la máscara de lo inhumano, de lo abyecto y lo inteligible.