
Asombro: así es la mirada de Diego Arango sobre el mundo físico e imaginario que habita. Desde el amado Mediterráneo, hasta las selvas pobladas de tigres y samanes de América, el artista recrea esos mundos que definen su identidad.
El mito del hombre bueno, impoluto en su estado natural, figura ideal de Jean Jacques Rousseau, fue pensado como aquel hombre en condición primitiva, ajeno de toda estructura política y social, en esencia puro. Fue el ideal de Jean Jacques Rousseau, pero su idealización viene desde los griegos. En él, como en los arcedianos, es propio el instinto de supervivencia, la sensibilidad, su capacidad de asombro y su compasión. Es bondadoso, pero su bondad no radica en su ética, sino en su inocencia,00 similar a la de un niño. Ese hombre, históricamente idealizado, estaba condenado a desaparecer porque tarde o temprano su naturaleza se vería alterada radicalmente por la corrupción social.
En las pinturas de Arango aparecen esas criaturas primitivas: los cuerpos desnudos, los animales, el jaguar y la rana y los cielos estrellados. Con igual admiración el artista representa los barcos que han trasegado las aguas del mar Mediterráneo desde el principio de la humanidad. Es esa mirada diáfana la que evoca el mito de un mundo limpio y puro. Sin embargo, no todo marcha bien en el paraíso: la serpiente, la representación arquetípica del pecado original y el mal, se enrosca en un árbol; la muerte del toro revela el conflicto humano y la maldad.
En la obra de Arango, la búsqueda pictórica revela el amor por el estado natural de las cosas sencillas y su inevitable transformación. Su pintura no es inocente porque es deliberada. Decide llevar la forma a su estado más simple. Juega con el color, la materia, la escala, las proporciones, y las direcciones. Quizá sea entonces la misma naturaleza de la pintura la que permite a Arango revelar y conservar su “estado natural”.
El buen salvaje es una metáfora de esperanza, pues aún no es tarde para que el hombre recuerde sus orígenes y recupere los ideales de un mundo mejor, aquel en que la mirada diáfana e inocente recrea el mundo en todo su esplendor.
Ana Patricia Gómez - Directora
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