Ser y estar son dos verbos indisolubles que condicionan poéticamente nuestra existencia. Una vez nacidos comenzamos a habitar, a ser para otros y estar en un lugar, ya que somos siempre y cuando tengamos la capacidad de modificar el entorno que nos da sustento y nos sirve de morada a nosotros y nuestros semejantes.
Todo lugar antes fue simplemente un sitio. Con nuestro arribo, vida y significación, ese sitio pasó a ser lugar; lugar de nacimiento, de realizaciones o, simplemente, lugar de la muerte, el resultado de experimentar ese espacio único donde algo extraordinario sucede.
Tenemos claro que creamos los lugares con nuestra presencia, pero a la vez, y de manera paradójica, son esos mismos espacios los que posibilitan y forjan el resultado de nuestra personalidad. Amar los lugares donde la vida ocurre es consecuencia lógica del ser (sentir) y estar (lugar).
Topofilia, palabra que resulta de los vocablos griegos: tópos, que signa lugar, y philos, para significar amantes o amigos; es el sustantivo que sirve de título para esta nueva exposición de Edwin Monsalve. Una propuesta que recoge parte sustancial de los dos últimos proyectos de este joven artista antioqueño, y que se presentan en un lugar con nombre móvil y de significación poética: La Balsa (Galería).
Ser y estar se regocijan en topofilia; esta palabra que habla de amar los lugares de la vida, de sentir pasión por los espacios que nos han sido propios y nos han permitido crecer, soñar y concretar nuestras realizaciones. Algo así como la noción nostálgica que nos trae a la memoria la idea de paisaje, palabra que logra vibrar con la topofilia y que Monsalve conoce bien, pues ha sido norte de sus investigaciones.
Si entendemos por paisaje todo lo que contemplamos con emoción, podríamos sin errar decir que, no solo aquello en lontananza que se divisa desde un paraje alto, es paisaje. Espacios psicológicos, de construcción simbólica y a través del arte son claramente lugares connotados donde podemos encontrar regocijo y advertir plenitud. En consecuencia, topofilia es una declaración de sentido que el artista formula con su particular manera de evocar y transformar el lugar en paisaje.
Sitio, lugar y paisaje es una concatenación secuencial de ideas que se ven elaboradas gracias a la poética del arte y que en el proceso creativo de Edwin tienen una fuerza gramatical de importancia nodal.
En esta topofilia confluyen dos grandes proyectos que, en su revisión, despliegan un sinnúmero de operaciones asociativas que terminan por potenciar sus condiciones y amplían su horizonte de sentido.
Narsissus, un puerto al subconsciente, espacio de reflexión que recuerda el mito que cegó al bello Narciso y lo entregó a su ego, y a la vez condenó al ostracismo a Eco, musa de voz sin igual que huyó de la perfidia del amor a las montañas desde donde siempre nos devuelve nuestras voces. Un puente a la nada o el todo del inconsciente dentro de una Balsa. Esta potente imagen es el telón de fondo que soporta la subsiguiente serie de piezas: Geodecia.
Aquí, y de acuerdo con la lógica de esta palabra (geo: tierra, decia: dividir), Monsalve juega con elementos preciados constitutivos del paisaje tales como petróleo, oro, plata y cobre, los cuales relaciona de forma binaria para reiterar el absurdo que ha conllevado a su desenfrenada extracción, al punto de poner en vilo el equilibro natural del espacio que nos da sustento y que amamos porque es el que nos ha sido posible construir.
Sin juicios morales ni éticos, Edwin Monsalve nos deja ver el reflejo de nuestro propio espejismo, nos advierte con la belleza de los elementos mínimos el riesgo de ser y estar en una operación milenaria que nos ha traído hasta este momento: un instante donde prácticamente no quedan sitios, todo lo hemos convertido en lugar, en paisaje, en arte.
Oscar Roldán-Álzate
Director Departamento de Extensión Cultural.
Universidad de Antioquia